RESUMEN DEL LIBRO DE HARLENE ANDERSON “CONVERSACIÓN, LENGUAJE Y POSIBILIDADES”

RESUMEN DEL LIBRO DE HARLENE ANDERSON “CONVERSACIÓN, LENGUAJE Y POSIBILIDADES”

Bonan, Victoria
Rosales, Alexa
Orgaz, Pablo


Introducción

Harlene Anderson se propone en este libro elaborar nexos entre la teoría posmoderna y la práctica clínica colectiva haciendo hincapié en la conversación y en el lenguaje y los sistemas de relación.

Una postura filosófica

La autora en la búsqueda de un método para pensar sobre las experiencias humanas, se ha sentido atraída por los supuestos filosóficos posmodernos. Ha elaborado el enfoque colaborativo conceptualizándolo como un sistema de lenguaje y un acontecimiento lingüístico que reúne a la gente en una relación y una conversación colaborativas - una búsqueda conjunta de posibilidades. Este paradigma se nutre de las teorías del construccionismo social, la hermenéutica y de la narrativa, los que constituyen el pensamiento posmoderno.

Aparece como contrapartida a una concepción modernista del mundo, en la que se privilegió el conocimiento como representación de una realidad objetiva, que existe con independencia de la mente y de los sentimientos, que es observable y verificable, y es universal. El lenguaje es el medio para el conocimiento, es decir, el conocimiento se comunica a través del lenguaje, pero la función del lenguaje es ofrecer un cuadro correcto que represente el mundo y nuestras experiencias en él, referido a lo que es real. El posmodernismo supone una crítica a esta concepción racionalista, logrando su reconocimiento en la década de los setenta. Representa un cuestionamiento a las meta-narrativas fijas, las realidades objetivas y el criterio del conocimiento como algo objetivo y fijo. Rechaza el dualismo e introduce la incertidumbre, la impredecibilidad y lo desconocido. Ve el conocimiento como una construcción social siendo el conocimiento y el conocedor interdependientes. El mundo se conoce a través de la experiencia relacional intersubjetiva. El posmodernismo se apoya en la hermenéutica filosófica y el construccionismo social. La hermenéutica se dedica a la comprensión y a la interpretación de los textos o discursos incluidas la emoción y la conducta humanas.

El construccionismo social rechaza la noción de que la mente refleja la realidad y propone la idea de que los seres humanos construyen la realidad a través del intercambio social.

En la práctica de la psicoterapia, la visión posmoderna supone ciertos cambios conceptuales tales como: si el enfoque moderno se basaba en un sistema compuesto por individuo, pareja o familia; el posmoderno propone un sistema compuesto por individuos interrelacionados a través del lenguaje. Frente a una concepción dualista entre un experto y un no-experto, aparece una sociedad colectiva entre personas con diferentes perspectivas y conocimientos. Entre un terapeuta que sabe, que descubre y recoge información y otro que no sabe y que está en la posición de ser informado. Entre un terapeuta experto y satisfecho que sabe como otros deberían vivir y otro experto en crear un espacio para el diálogo.


La coproducción de sistemas de lenguaje, de relaciones y de procesos: socios en un diálogo

La autora expone en su libro los cambios que se fueron produciendo cuando aplicó esta concepción filosófica posmoderna a la práctica psicoterapéutica.

Utilización del lenguaje del paciente: Buscando un clima de cooperación, en lugar del lenguaje técnico empleado habitualmente por los terapeutas, comenzaron a utilizar el lenguaje cotidiano del paciente. Entonces descubrieron que no solo cambiaba la forma del lenguaje, sino que se producía una nueva forma de entenderle: Aumentó el interés del terapeuta por el relato del paciente y lo que comienza como una técnica de conversación con un propósito estratégico, se convierte en una curiosidad natural y una forma más espontánea de entrar en relación con el paciente.

Lenguajes individuales: Comienzan a darse cuenta de que en vez de aprender el lenguaje de una familia, aprendían el lenguaje de cada miembro de la familia. Dejaron de tratar a la familia como una unidad con entidad propia y dieron más espacio a cada individuo, tratando de mantener la riqueza de las diferencias. Para Anderson “hay tantas familias como miembros del sistema, incluido el terapeuta”.

Escucha activa entre los miembros de la familia: De este modo, observaron que los miembros de las familias dejaban de interrumpirse, se escuchaban más los unos a los otros. Los pacientes descubrían muevas explicaciones para una misma historia y al entender la experiencia del otro su propia experiencia se enriquecía.

Cambios fuera del consultorio: Al mismo tiempo notaron que cuando hablaban sobre los pacientes fuera del consultorio, no los identificaban mediante le jerga profesional, sino que los identificaban según sus propias descripciones (ej. En vez de “el trastornazo límite de la personalidad” o “la paciente pasivo-agresiva” decían “la paciente de la bicicleta” o “el chico solitario...”) con esto los pacientes se humanizaban y cobraban vida.

Cambios en la forma de las intervenciones: Dentro del consultorio, también notaron cambios: las intervenciones “expertas” sobre cómo debería de ser una familia o cómo debería de comportarse una madre desaparecieron. Las intervenciones se amoldaban a cada caso y se hacían específicas, de forma que solo parecían coherentes dentro de una familia y un contexto determinado.

Indagación compartida: De esta forma, los terapeutas notaban que se envolvían conjuntamente con los pacientes en un proceso compartido de exploración de los problemas y desarrollo de posibilidades. Dejan de tratar de resolver el problema planteado el paciente mediante la revisión, reordenamiento y corrección de su narrativa y tratan de facilitar y participar en la narración y re-narración de forma conjunta a través de la relación.

Incertidumbre: La combinación de estas experiencias les provocó un estado constante de incertidumbre al comprender que no podían predeterminar o predecir el resultado y consecuencias de las conversaciones terapéuticas. Esta incertidumbre se transformó en liberación, ya que pasaron de “no saber” a “no tener que saber”.

Cambio en el modelo de trabajo de equipo: También cambió la forma de trabajar del equipo que empleaba hasta entonces terapeutas tras un espejo unidireccional. Los pacientes más reivindicativos hicieron que se plantease la posibilidad de incluir a estos terapeutas durante el transcurso de la terapia enriqueciéndola.

Más allá de la familia: El concepto de “familia” se hace demasiado restrictivo. Dejan de hablar de familia y comienzan a hablar de “sistema que se consolida alrededor de un problema”. No encuentran necesario que estén presentes todos los miembros de una familia y traen en ocasiones a personas significativas que no pertenecen a la familia.


Sistemas terapéuticos como generadores de lenguaje y sentido

La terapia ha sido tradicionalmente un lujo de clases media y alta. En las últimas décadas se ha ido produciendo un cambio: la terapia cada vez más como un arnés social.

La mayoría de los terapeutas y de quienes diseñan y administran las terapias pertenecen a una a un círculo privilegiado que no comparte los mismos valores y experiencias con los pacientes a los que trata.

La voz dominante, la voz profesional designada por la cultura, suele hablar a poblaciones marginales y decide si la terapia es necesaria, qué clase de terapia y con qué finalidad.

Al cuestionar las nociones de objetividad, narrativa universal y dualismo, la relación entre terapeuta y paciente tiende a ser menos jerárquica y autoritaria y más colaborativa, horizontal, e igualitaria.

En este enfoque colaborativo, los actores en el drama humano de la terapia no se definen de antemano: El sistema de terapia es definido internamente por quienes participan en él.


El problema distingue al sistema

Para Anderson los individuos, las parejas, las familias o los sistemas más extensos no producen problemas, si no que se articulan alrededor de estos: “no son los sistemas los que tienen problemas, si no los problemas los que determinan sistemas” La comunicación que surge alrededor de un problema es lo que determina al propio sistema. Conceptualizamos el sistema del problema como un sistema relacional, organizado en torno a las narrativas sobre los temas vitales que la gente conceptualiza como problemas. Al entrar en terapia el propio terapeuta pasa a formar parte del sistema problema.

Por tanto para Anderson el término “problema” no tiene necesariamente una connotación negativa, ni es algo que requiera necesariamente una solución: El terapeuta ni arregla problemas ni resuelve nada. La exploración del problema en el curso de la terapia lleva a su disolución, no a una solución. Los problemas no se resuelven si no que se disuelven en el lenguaje.

De esta forma, con la disolución del problema viene también la disolución del sistema de terapia, el sistema problema. Emerge un nuevo sistema, una nueva estructura.


La terapia como conversación dialógica

La conversación es un fenómeno lingüístico y al mismo tiempo un proceso en el que se construye un sentido.

La naturaleza transformacional de la conversación se basa en su naturaleza dialógica y en su capacidad de re-contar los sucesos de nuestra vida en el contexto de un sentido diferente.

En la conversación terapéutica, en el que la consecuencia natural y espontánea es el cambio, el terapeuta no se libra de este proceso transformacional. “Es imposible que el terapeuta no cambie”.

Conversación dialógica: indagación compartida.

La conversación dialógica se caracteriza por la indagación compartida. Los participantes no suponen que saben lo que la otra persona dice, quiere decir o quiere, sino que cada participante se compromete a aprender sobre el otro y a tratar de entenderlo, buscando significaciones por medio de lenguaje.

La indagación compartida se caracteriza por:

Espacio dialógico: Es un espacio metafórico que existe entre los participantes de la conversación. En la conversación, se promueven ideas, y acciones fluidas, cambiantes; se abren múltiples posibilidades a nuevos desarrollos. En realidad, cada acto de hablar abre innumerables puertas a distintos caminos. Este espacio de posibilidades es lo que Anderson llama “espacio dialógico”, espacio que tal vez la actividad cotidiana del paciente no le permita encontrar fuera de la terapia.


Exploración y desarrollo mutuos: A medida que el terapeuta comienza a aprender sobre el paciente y a entender su historia, la exploración pasa de ser una modalidad en la que el terapeuta pregunta y escucha a un proceso conversacional. Esto sucede porque el aprender del terapeuta termina por despertar la curiosidad por parte del paciente, que se une a él para desarrollar juntos el proceso de indagación compartida.

Comprensión desde dentro de la conversación: Por tanto, el conocimiento se adquiere a través de la conversación y es necesario estar involucrado en ella como participante. La comprensión se aplica sólo a ese contexto y no es transmisible a un observador externo.

Diálogo interno: Al tiempo que conversamos, preparamos y formamos activamente las respuestas. Dar sentido a los pensamientos y expresarlos en voz alta no es un proceso lineal, sino un proceso, un movimiento de ida y vuelta entre pensamiento y palabra, palabra y pensamiento. Este proceso mental que implica poner palabras a nuestro pensamiento es lo que se denomina diálogo interno.

Expansión y expresión de lo no dicho: Lo “no dicho” es todas aquellas interpretaciones que pueden hacerse a través de la conversación y que no han tenido que ser necesariamente explicitadas. Este “círculo de lo inexpresado” alude a los pensamientos y conversaciones internas, privadas del cliente. Incluye tanto los pensamientos aún no formados como los aún no hablados.

Pertenecer a la conversación: Ser respondido crea una sensación de pertenencia y conexión esencial para el diálogo. Al pertenecer a la conversación, el paciente pierde la sensación de que el terapeuta le dice que están equivocados, que tiene ir por el camino que el terapeuta dice, sino que el camino se hace, se crea de forma conjunta.

Rupturas: En ocasiones, los miembros de la familia no pueden negociar sus contrastados puntos de vista y empiezan a entrechocar.

El diálogo se colapsa y se transforma en monólogo. Nada se mueve, no hay generación de nuevos significados. Cada uno de los participantes está pendiente de “tener razón” o “ganar puntos”: Se pierde la colaboración.

Esta situación se puede dar en la terapia. Muchos terapeutas atribuirían esto a una “resistencia”. Para Anderson esta situación indica por parte del terapeuta:

1- Falta de conocimiento y comprensión de las realidades múltiples que operan en la situación.
2- No trabajar con esas realidades de manera que se abra el flujo de la comunicación.

La responsabilidad de estas situaciones recae por tanto en el terapeuta, o al menos, es el único cuya habilidad podemos modificar (a la única persona a la que un terapeuta puede cambiar es a él mismo)

La voz de los clientes: consejos prácticos de los expertos para crear conversaciones dialógicas y relaciones colaborativas
Los clientes enseñan y los terapeutas aprenden, invirtiendo los papeles tradicionales del terapeuta que sabe y el cliente que no sabe. Las conversaciones dialógicas y las relaciones narrativas colaborativa son un proceso y una relación caracterizados por la conexión, la colaboración y la construcción.

El “no-saber”: EL no-saber es una postura interpretativa que se apoya en el análisis continuo de la experiencia tal como ocurre en un contexto, y tal como es narrada por el cliente. La interpretación es siempre un diálogo entre terapeuta y cliente, y no el resultado de alguna narrativa teórica privilegiada por lo que el terapeuta entiende, por su pericia, su experiencia o su modelo conceptual.

Incertidumbre: Voluntad de dudar
Voluntad de arriesgar: El terapeuta no está seguro, no está protegido por su saber. La posición de no-saber es vulnerable. Las evaluaciones prematuras pueden hacer que un terapeuta formule preguntas cuyo propósito sea verificar las realidades del terapeuta más que aprender del cliente. Aquí lo decisivo no es tanto que el terapeuta tenga ideas preconcebidas, sino lo que haga con esas ideas.

Humildad: El terapeuta es un aprendiz con cada nuevo cliente.

Los requisitos del no-saber: El terapeuta realmente quiere aprender el sentido que tienen las cosas para el cliente; quiere captar la historia del cliente, no determinar su causa.

Lo que el no-saber no significa: el conocimiento profesional preaprendido

Debemos poder ser cuestionados y cuestionarnos a nosotros mismos; embarcarnos en un juego dialógico que aliente la búsqueda igualitaria y mutua de la comprensión. Un proceso colaborativo tal disminuye el riesgo de que, aun sin quererlo, explotemos nuestro poder social como terapeutas con la finalidad de preservar nuestra propia base de conocimiento o de nuestras instituciones y discursos culturales.

“El me creyó”: Se trata del ejemplo de discurso de un psicótico relatando su delirio. El terapeuta cree el paciente y no intenta convencerle que esto no corresponde a la realidad, intenta sumergirse en el mundo del cliente, con una actitud y unas acciones que demuestren interés y respeto sinceros, y que hagan que el cliente se sienta escuchado y confirmado. Este crear espacio para el otro es el primer paso para ser capaz de hablar con, de dialogar, de cambiar.

Confiar y creer: Los terapeutas no son impulsados por la búsqueda de la verdad, sino por la necesidad de entender.
La historia contada nunca es igual que la historia escuchada. Cada narrador habla desde una posición biográfica única y, en un sentido, no compartible. Cualquier versión o revisión de la historia es tan verdadera como cualquier otra.

Hacer preguntas conversacionales: La posición de no –saber permite al terapeuta expresar interés y curiosidad por el cliente, es más probable que las preguntas formuladas desde esa posición vengan desde dentro y no desde fuera de la conversación local. Las preguntas formuladas desde esta posición ayudan a que el cliente cuente, clarifique y amplifique una historia: abren nuevas avenidas para explorar lo que se sabe y lo que no se sabe; ayudan a que la terapeuta aprenda sobre lo dicho versus lo todavía no-dicho, y la protegen de malentendidos. A su vez, cada pregunta lleva a una elaboración de las descripciones y explicaciones; cada pregunta lleva a otra pregunta-un proceso de continuo preguntar que proporciona las bases de lanzamiento del proceso dialógico.

Las preguntas retóricas se dan sus propias respuestas; las preguntas pedagógicas implican la dirección de la respuesta. En la terapia tradicional, las preguntas son a menudo de esta naturaleza; esto es, implican una dirección (por ejemplo la realidad correcta), aunque le dejan al cliente un poco de espacio para elegir la respuesta.

Ser tentativo no es lo mismo que ser impreciso, sino ser abierto a la otra persona y dar espacio a su participación. Creo que las preguntas formuladas de esta manera permiten al cliente responder a ellas, reconstruirlas o ignorarlas.

Escuchar y responder

Escuchar es atender a, interactuar con, responder a, y tratar de aprender acerca de la historia del cliente y su importancia percibida. Oír es un proceso que implica una elaboración de comprensiones, un esfuerzo interactivo por alcanzar un significado compartido.

Mantener la coherencia

Trabajar con la realidad del cliente: Su lenguaje, su vocabulario y sus metáforas. La coherencia da espacio al cliente para que se movilice y no tenga que consumir energía en promover, proteger o convencer a un terapeuta de su punto de vista. Hay que utilizar un lenguaje cooperativo y colectivo.

La diferencia entre una pregunta de contenido y una pregunta de proceso: la diferencia está en la intención de la pregunta. Una pregunta de contenido busca datos e información. Una pregunta de proceso facilita el diálogo. Destacar el contenido aumenta significativamente el riesgo de acentuar la comprensión del terapeuta y perder la del cliente, lo cual a su vez estorba el proceso dialógico.

Mantener la sincronía

El deseo de conocer es frecuentemente lo que nos acelera o nos lanza en una dirección que puede ser demasiado diferente de la de nuestros clientes. La vida no es algo que no pueda forzar, tiene que venir.

Honrar la historia del cliente

Un estilo abierto, centrado en el cliente se caracteriza por una selección compartida de los temas, un control mutuo de la entrevista, menor incertidumbre por parte del cliente y menor intervención del terapeuta en la conceptualización del problema por parte del paciente. Es importante conectar, colaborar y construir.


La madre buena y la madre mala

Se trata de un ejemplo de cómo a partir de un discurso confuso en el que se entremezclan los problemas de la paciente y sus sentimientos con respecto a ellos, se elabora una narrativa, una historia en la que todas las piezas del puzzle encajan.

Se trata de una paciente actualmente casada en segundas nupcias. Tiene 2 hijos (un niño y una niña llamada Alicia) de su primer matrimonio y un niño de su matrimonio actual. Explica la conflictiva con su hija adolescente con la que mantiene una relación difícil y que se quiere ir a vivir a otra ciudad con su padre. Se desmenuza allí toda la dinámica familiar. Cada vez se van atenuando más los sentimientos de culpa acerca de su “fracaso” como madre y se van elaborando estrategias nuevas y dando un nuevo sentido a las experiencias pasadas.


Conocimiento y lenguaje

El posmodernismo destaca la naturaleza relacional y generativa del lenguaje, con lo cual alude a una forma de conceptualizar y describir, y a las cambiantes características de lo que sabemos o creemos saber.
El lenguaje—las palabras habladas o no habladas, los sonidos, gestos, señales, y otras formas de hablar y actuar utilizadas en la comunicación—es el vehículo primordial a través del cual y en cual construimos nuestros mundos, damos orden y significado a nuestra vida, y nos relacionamos con otros.

La naturaleza relacional del lenguaje

Para el posmodernismo el conocimiento es construido socialmente; se desarrolla a partir de interacciones y comunicaciones entre las personas.
Es una cuestión de conversación y de práctica social, más que un intento de reflejar la naturaleza.

El conocimiento es comunitario

La realidad—incluyendo nuestras experiencias, descripciones y explicaciones de la realidad—es un producto del diálogo social, del intercambio y la interacción, y representa un acuerdo entre personas.

Nuestras descripciones parecen realidades porque son el resultado de un consenso y porque se las considera útiles, no porque sean verdaderas.

El conocimiento está ligado a la cultura

El conocimiento, ya sea local o universal, se inserta dentro de un contexto de contextos, dentro de contextos locales insertos en contextos mayores (Ej: díadas en una familia, la familia en la comunidad, la comunidad en la cultura nacional)

El conocimiento es un proceso fluido y continuo

El terapeuta participa activamente en el lenguaje con el paciente, este proceso de asociación crea lo que podemos concebir como un nuevo conocimiento, nuevas formas de pensar en los problemas, nuevos significados de lo sucedido y nuevas formas de actuar.


Naturaleza generativa del lenguaje

Nacemos con un lenguaje y heredamos todo lo que viene con él: la historia, la cultura, la tradición, y así sucesivamente. El lenguaje es el vehículo de nuestra existencia y de nuestro compartir con otros y con nosotros mismos. Es la forma primordial en que construimos nuestras realidades, nuestros mundos, nuestras observaciones y nuestras comprensiones. Es el vehículo por medio del cual asignamos sentido, explicamos nuestra vida, damos orden a nuestro mundo y narramos nuestras historias.

Lenguaje y experiencia van juntos.

El lenguaje es la manera en que vivenciamos como seres humanos lo que llamamos realidad. El lenguaje y el dar o tomar sentido, es un fenómeno vivenciad, que depende del modo en que las personas tratan a las cosas en el mundo que habitan.

El lenguaje es activo

El lenguaje cambia y es cambiado con el tiempo. Los cambios en el mundo requieren cambios en el lenguaje, y los cambios en el lenguaje afectan lo que somos capaces de comprender acerca del mundo. El lenguaje se desarrolla a través de la búsqueda de formas nuevas de hablar sobre nuevas situaciones y experiencias.

El lenguaje crea la realidad social

Lo que sabemos (conocimientos, sentimientos, emociones, pensamientos y percepciones), lo sabemos a través del lenguaje, lo formamos en el lenguaje y lo comunicamos por medio del lenguaje. El lenguaje es la realidad, aunque ocurran hechos reales, los significados que se les atribuyen se construyen en el lenguaje.

Significado

Por medio del lenguaje otorgamos significado a nuestras experiencias, las interpretamos y comprendemos. El lenguaje interpreta, explica y sostiene lo que creemos y suponemos real. El significado (nuestras interpretaciones y comprensiones) es construido lingüística y colectivamente por medio del lenguaje hablado y no hablado.
No hay significados más allá de los que creamos y otorgamos a las cosas, y esos significados dependen del contexto y pueden variar de una persona a otra.

Palabras

Usamos las palabras para desarrollar y comunicar significados. Los significados de las palabras, como de las acciones, se actualizan dentro de las cambiantes pautas de una relación.

El lenguaje determina y genera entendimiento

Los construccionistas sociales creen que los entendimientos compartidos son raros. Se interesan más en cómo puede haber conversación y diálogo antes de que haya un entendimiento compartido—proceso por el cual la gente trata de entenderse.
Centran el análisis en el nivel de la relación humana que genera tanto lenguaje como comprensión, concluyendo que las convenciones de la relación son las que permiten llegar a un entendimiento.

Lenguaje y coordinación

Lo que pensamos acerca del lenguaje influye sobre la posición o la postura que adoptamos en un discurso o en una relación y sobre la manera en nos abrimos espacio unos a otros. El lenguaje es un producto comunitario, y su función primordial es la coordinación de acciones sociales diversas.



Narrativa e identidad propias, autonomía

El posmodernismo cuestiona la idea de un ser único y fijo, un núcleo que se revela tan pronto terminamos de sacar todas las capas. Nos invita a pasar de la postura lógica del modernismo (el sí mismo como realidad verificable) a una postura narrativo-social (el sí mismo como realidad construida); a considerar el propio ser y la identidad propia como significados que emergen del entendimiento humano.
En esta perspectiva lingüística, el propio ser es un ser narrativo, y las identidades existen en relación con una perspectiva, un punto de vista que depende de nuestras intenciones.

Narrativa: la metáfora literaria, y algo más

Narrativa alude a una forma de discurso, la forma en que organizamos, explicamos, damos sentido y comprendemos las circunstancias y sucesos de nuestra vida, los fragmentos de nuestras experiencias e identidades propias para y con nosotros y otros.

Es un proceso dinámico que incluye tanto la forma en que organizamos los sucesos y experiencias de nuestra vida para explicarlos, como la forma en que participamos para crear aquello que explicamos, incluidos nosotros mismos.

Las narrativas están sujetas a constante evolución y cambio. De modo que las historias no son hechos completos, sino entidades en proceso de construcción.

La narrativa es la forma en que imaginamos alternativas y creamos posibilidades, y la forma en que hacemos reales esas opciones. La narrativa es la fuente de las transformaciones.

Identidades cambiantes y continuidad a través del cambio

Desde la perspectiva narrativista posmoderna, el ser, la identidad no se basa en la continuidad o discontinuidad psicológica de la personalidad, sino en la constancia de una narrativa en progreso.

El sí-mismo es una autobiografía en desarrollo, o mejor dicho una biografía multifacética que escribimos y editamos constantemente.

Es la expresión siempre cambiante de nuestras narrativas, un ser-y-devenir por el lenguaje y las historias que contamos en el continuo intento de encontrarles sentido al mundo y a nosotros mismos.

El sujeto aparece entonces como el lector y el escritor de su propia vida, como lo concebía Proust.

Somos tantos nosotros mismos como los sí-mismos potencialmente insertos en nuestras conversaciones y creados por éstas.

El yo es un propio ser dialógico y narrativo, y la identidad es una identidad dialógica y narrativa.

Visiones de la identidad en psicoterapia

La tarea del terapeuta es ayudar a los pacientes a volver a contar las historias de su vida de manera tal que el cambio sea narrativamente concebible, creíble y alcanzable. El proceso de contar la historia contiene la oportunidad para el cambio.

Acción creadora y cambio

Es a través de estas narrativas propias como devenimos actores o agentes, y obtenemos un sentido de lo social o de la autonomía, ésta como una percepción personal de competencia para la acción.

Poseer un sentido de autonomía significa tener la capacidad de comportarse, sentir, pensar y elegir de una manera que es liberadora, que abre posibilidades nuevas o simplemente nos permite ver que esas posibilidades existen.

Acción creadora se refiere no sólo a elegir, sino también participar en la creación y la expansión de las elecciones posibles.

La autonomía es inherente a todas las personas, y accesible a cada una de ellas. Los terapeutas no pueden otorgarla, sólo pueden participar en un proceso que maximice la oportunidad de que emerja.

Las narrativas propias pueden facilitar u obstaculizar la autonomía.

El propósito de la terapia es ayudar a que las personas cuenten sus narrativas en primera persona, de modo que puedan transformar sus identidades en otras que les permitan entender su vida y sus aconteceres, que abran muchas maneras posibles de ser y actuar en el mundo en cualquier momento y circunstancia, y que les ayuden a conseguir y expresar o ejecutar su creatividad o su sentido de autonomía.

Para lograr o restaurar una competencia propia, es necesario transformar la propia historia.

Los pacientes suelen utilizar dos palabras para describir los resultados de una terapia exitosa: libertad (respecto de un pasado, presente y futuro aprisionantes) y esperanza (de un futuro diferente)

La terapia es un acontecimiento transformador, la consecuencia natural de la conversación dialógica y la relación de colaboración.




La ampliación del espacio

“Disolver la marejada” y “Como si”


Una terapeuta expone sus dificultades en una terapia de pareja. La terapeuta tiene sentimientos muy hostiles hacia la esposa y se siente más cercana del marido. La esposa no para de quejarse del marido, la define como “enojada y dominante”, “un ansioso monólogo de quejas y un remolino de emociones”. El hermano de la esposa ha fallecido así como la hija de un matrimonio anterior de la paciente.

La terapeuta cuenta el caso a un grupo de terapeutas y cada uno va a identificarse con uno de los personajes de la historia (la terapeuta, la esposa, el marido, la hija difunta, el hermano fallecido), así se elabora un grupo para cada personaje. Se escucha cada voz y cada portavoz de cada grupo, favoreciendo así una empatía tremenda, disolviéndose la marejada. La terapeuta destacó la influencia de la presencia y el silencio. Damos mucho a nuestros clientes si nos mostramos abiertos, receptivos y silenciosos. Ampliamos nuestra visión periférica cuando nos atrevemos a danzar con el otro no familiar. Se ha favorecido un diálogo interno de cada participante así como un diálogo externo entre participantes.

Las voces “como si” no ofrecen nueva información a la presentante; ese no es el objetivo. La novedad y la apertura de posibilidades vienen de la fluidez de las interacciones de ida y vuelta, que siguen sucediendo a media que cada conversación (dentro y fuera de la consulta) se hace parte de y genera otras conversaciones. Las marejadas se disuelven.


Más allá de una terapia posmoderna

Como ocurre en la terapia cada encuentro es conceptualizado como un suceso lingüístico donde varias personas, con diferentes pericias, interactúan en la exploración mutua y la consideración de lo que las reúne. La forma y la duración de cada sistema dependen de las razones internas y externas de su existencia; dificultad, desafío, tarea o meta específicos que han dado lugar a que el sistema se constituya. Cada sistema y sus miembros existen dentro de parámetros contextuales de metas y agendas más amplias, que influyen sobre los objetivos y estrategias locales.

Se generaliza las ideas y los métodos expuestos en este libro a la docencia, la empresa y la sociedad en general.

Aprender a ser terapeuta

Quiero que cada persona genere sus propios simientes de novedad, y que las cultive en su vida personal y profesional más allá del contexto organizado de aprendizaje. Quiero invitar y alentar a los participantes a hacerse responsables de su aprendizaje, a ser los arquitectos de su aprendizaje. Para ello, quiero asegurarme de que cada participante tenga una voz, contribuya, cuestione, explore, se sienta inseguro y experimente. Adhiero a estas premisas e intenciones ya sea que esté enseñando en una universidad, supervisando un equipo terapéutico o conduciendo un taller, y se trate de una situación más estructurada y formal o menos estructurada e informal.

El aprendizaje dialógico comienza cuando el docente acepta que cada persona presente y explore su punto de vista, y la alienta a hacerlo. El objetivo es explorar, clarificar y usar las diferencias-en lugar de ignorarlas, compensarlas o disolverlas- por medio de una indagación compartida que incluya la curiosidad mutua y el intercambio. La responsabilidad de quien dicta una clase o supervisa a un equipo clínico es hacer lugar para todas las voces y alentarlas. Como en el caso de la terapia, el ejercicio de esta responsabilidad requiere la capacidad de participar simultáneamente en la expresión de puntos de vista múltiples y a veces contradictorios. La oportunidad de aprendizaje-de novedad y cambio- reside en la capacidad de todos los participantes de contar y volver a contar, escribir y rescribir sus narrativas únicas.

Todos los participantes-docente y alumno, supervisor y supervisado-aprenden y cambian porque cada uno construye algo nuevo y diferente a partir de compartir, explorar, conectar y entrelazar las voces propias y de los otros. El proceso de aprendizaje no consiste en proveer información o retenerla, ni en decir o no decir al estudiante lo que debe hacer. Enseñar y supervisar no es algo que se haga a alguien; son proceso interaccionales que requieren interpretación y comprensión mutuas.

Certidumbre

Solemos confundir la certidumbre, la destreza y las técnicas con las competencias. Cuando aprendemos a reconocer nuestra propia voz y su autoridad como generadores de conocimiento, la certidumbre deja de ser un tema, y la necesidad de certidumbre desaparece. No nos olvidamos de lo aprendido, está catalogado en nuestra memoria y está disponible para ser usado. Todas son simplemente posibilidades. La diferencia está en la intención.

Autorreflexión

El autodiálogo, o autorreflexión, involucra la capacidad de hablar consigo de manera dialógica. El objetivo no es el autodescubrimiento o el “insight”; es más bien un proceso de desarrollo y transformación del conocimiento.

Transformación profesional y personal

Una conversación de aprendizaje, como una conversación terapéutica, no es una entidad separada y autocontenida. “Encuentro que mi conversación interna no cesa cuando me voy de aquí. Lo que comienza aquí sigue afuera. Es como un estado de aprendizaje que no termina nunca.”

Consultoría de organizaciones

Se explica como se llevan a cabo múltiples conversaciones dialógicas en una organización que consulta los terapeutas. Se definen unos problemas con todo el grupo. Se organiza un retiro en el que se da la voz a todos los participantes: se realizan juegos grupales, entrevistas diádicas, indagaciones en grupos pequeños y reflexiones en el grupo grande para concluir con unas reflexiones finales.
Una consulta consiste en varias conversaciones entrecruzadas, de ida y vuelta. A través de este proceso se definen y redefinen los problemas, y se crean y recrean opciones. Los problemas se disuelven o van camino de disolverse. Los participantes se llevan resultados significativos y duraderos, producidos por ellos y no por los consultantes. El potencial de iniciativas y el desarrollo de posibilidades son dur

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